Evaluación de la conducta adolescente con las Escalas de Achenbach¿existe concordancia entre diferentes informantes?

  1. Medina Pradas, Cristina
  2. Navarro, J.B.
  3. Martinena Palacio, Patricia
  4. Baños, Iris
  5. Vicens Vilanova, Jordi
Aldizkaria:
Salud mental

ISSN: 0185-3325

Argitalpen urtea: 2007

Alea: 30

Zenbakia: 5

Orrialdeak: 33-39

Mota: Artikulua

Beste argitalpen batzuk: Salud mental

Laburpena

INTRODUCCIÓN. Los profesionales de la salud mental tienen opiniones diversas sobre el valor de los diferentes informantes. Asimismo se ha enfatizado la necesidad de obtener datos del funcionamiento de los adolescentes desde múltiples recursos y por múltiples razones, concretamente en los estudios que pretenden evaluar las alteraciones conductuales. Según este pensamiento, Achenbach ha desarrollado tres versiones de su escala de evaluación de dichas alteraciones: una para los padres, otra para los maestros y otra más para los propios adolescentes. Numerosas investigaciones han estudiado la concordancia entre grupos de informantes de diferentes alteraciones conductuales adolescentes, aunque ninguna ha llevado a cabo un análisis completo de todos los informantes y en todas las subescalas. Por ello, se plantea el presente estudio que pensamos aportará una visión enriquecedora para la actuación del profesional. Objetivos. a) Explorar sistemáticamente los patrones de acuerdo entre informantes de problemas conductuales en adolescentes de población general y, b) en los casos en los que no haya acuerdo, analizar el grado de discordancia entre cada par de informantes para cada subescala. METODOLOGÍA. Estudio transversal descriptivo. Participantes: 160 triadas de padres, maestros y adolescentes de 13 a 16 años seleccionados de siete escuelas de Barcelona. Instrumentos: Escalas de alteraciones conductuales de Achenbach: Youth Self-Report, Child Behavior Checklist/4-18 y Teacher's Report Form. Estas constan de ocho subescalas: retraimiento, quejas somáticas, ansiedad/depresión, problemas sociales, problemas de pensamiento, problemas de atención, comportamientos delictivos y comportamientos agresivos. Tres escalas de segundo orden: internalizante, externalizante y total. Procedimiento estadístico: Se calcularon los valores de concordancia mediante el coeficiente de correlación intraclase. Un valor menor a 0.40 indicaría una concordancia baja. En estos casos, se pasó al análisis de la discordancia por medio del Método de Bland y Altman. RESULTADOS. Se encontró que la concordancia entre informantes era baja, sobre todo en las escalas internalizantes (0.230). La concordancia fue un poco más alta en las subescalas de atención (0.334), comportamiento agresivo (0.371), externalizante (0.357) y total (0.327). En segundo lugar, se observó que al informar sobre quejas somáticas, problemas de pensamiento y atencionales, internalizantes y total, los padres comunicaron más alteraciones, seguidos por los adolescentes y, por último, los maestros. También los padres indicaron mayores problemas de retraimiento en los adolescentes, aunque en este caso estuvieron seguidos de los maestros y, por último, de los propios adolescentes. Finalmente, en las escalas de ansiedad/depresión, problemas sociales, conductas delictivas, agresividad y externalizantes, los adolescentes informaron de más alteraciones, seguidos de los padres y, por último, los maestros. DISCUSIÓN. Los criterios normativos de comparación y los marcos de referencia en cada grupo de informantes son diferentes. Por ejemplo, el hecho de que los maestros sean los que informan de menos alteraciones conductuales podría explicarse porque están más acostumbrados a tratar con adolescentes y a percibir como normales determinadas conductas. Asimismo, que los padres informen de más problemas internalizantes puede deberse a que las conductas adolescentes son más perturbadoras en el contexto familiar. En cualquier caso, cabe discutir si realmente estaríamos ante una falta de concordancia entre las percepciones de distintos informantes o ante diferencias reales en el comportamiento de los adolescentes dependiendo del contexto. Por último, se obtuvo un resultado contrario al encontrado por los estudios revisados hasta el momento. Este hallazgo indica que los adolescentes son los que informan de más problemas externalizantes, lo que podría explicarse por una posible mayor deseabilidad/indeseabilidad social de los mismos de cara a su grupo de iguales. Planteamos como limitaciones que la muestra sea de población general, por lo que se recomienda llevar a cabo estudios explicativos de la discordancia que aclaren la validez predictiva de cada grupo de informantes y que varíen el tipo de población muestral bajo estudio. CONCLUSIONES Se demuestra que es fundamental una aproximación multidimensional, multisituacional y multiinformante respecto de la evaluación de las alteraciones conductuales de adolescentes y del momento de tomar decisiones diagnósticas. Además, nuestros resultados implican que es posible que haya adolescentes con problemas conductuales no detectados por los adultos, lo cual generaría una menor demanda psicológica a la necesaria.