La elección de los obispos en una Iglesia sinodal

  1. Sánchez Soto, Oswaldo Alejandro
Dirixida por:
  1. José San José Prisco Director
  2. Luis García Matamoro Co-director

Universidade de defensa: Universidad Pontificia de Salamanca

Fecha de defensa: 26 de setembro de 2017

Tribunal:
  1. Mirian de las Mercedes Cortés Diéguez Presidente/a
  2. Raúl Berzosa Martínez Vogal
  3. Ángel David Martín Rubio Vogal
  4. Enrique de León Rey Vogal

Tipo: Tese

Resumo

En su vigésima sesión de trabajo, del 12-14 de junio de 2017, al así llamado C9 (el grupo de nueve cardenales que está asesorando el Papa Francisco en la reforma de la Curia romana) y el Pontífice trataron el tema de «los modos en los que la Curia romana puede servir mejor a las Iglesias locales». Según planteó en un diálogo con periodistas acreditados en la Santa Sede el portavoz papal Greg Burke, entre otros asuntos, hablaron de la importancia de «una consulta más amplia, constituida también por miembros de la vida consagrada y por laicos, para los candidatos propuestos para la designación de Obispos». La noticia vino a corroborar la intuición que está en el trasfondo de este trabajo y que no es otra que la necesidad de una revision del modo en que se eligen actualmente los candidatos al episcopado en la Iglesia latina, ya planteada en el momento de la elaboración del Código y nunca abordada de forma completa hasta el momento. No olvidemos que la sucesión apostólica es de vital importancia para la vida de la Iglesia, puesto que nos remite a una de las notas esenciales de su identidad. En efecto, en el Credo profesamos que la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica. De tal manera que es de sumo interés encontrar métodos bien ponderados y justos que permitan el acceso al ministerio del Episcopado de candidatos verdaderamente idóneos en el sentido más integrador de la palabra, no solo porque estén adornados de las cualidades de un buen Pastor, sino también porque su perfil humano y sacerdotal sea lo más adaptado posible a la grey que va a apacentar. Y es que si hay un ministerio que afecte de forma decisiva al bien común en la Iglesia es el del Obispo, pues precisamente a él le corresponde cuidar o apacentar a todos, discernir los carismas, las manifestaciones del Espíritu, guardar el Depositum fidei. En definitiva, del Obispo depende la buena guía y el buen gobierno de la Iglesia particular por ser su Pastor propio, su cabeza y el esposo que se dona a su esposa, la diócesis, ejerciendo con generosidad los tria munera. De ahí que se diga con toda verdad que donde está el Obispo está la Iglesia